Los/as profesionales que trabajan en el ámbito de la ayuda a otras personas, atendiendo a colectivos en situación de dificultad, vulnerabilidad y/o riesgo, están en permanente contacto con el sufrimiento humano y, por tanto, es imprescindible el cuidado de si mismos y el mantenimiento de la distancia profesional para poder ser realmente empáticos y útiles para los/as usuarios/as.
La actual situación de crisis económica afecta seriamente al desarrollo de las intervenciones en el ámbito del cuidado a otras personas y frecuentemente pone al profesional en conflicto con sus principales valores éticos.
La necesidad del trabajo en red y la dependencia de organismos públicos y/o diferentes entidades genera continuas dificultades y limitaciones en los/as profesionales, contribuyendo en muchas ocasiones a aumentar el estrés y la frustración en el desempeño de sus tareas.
Por todo lo anterior, es imprescindible la creación de espacios de cuidado profesional en los que los/as técnicos/as puedan integrar acontecimientos potencialmente traumáticos, reflexionar sobre su propia práctica y aprender herramientas de autocuidado -a nivel emocional, cognitivo y conductual-, que les permitan tomar conciencia y gestionar los efectos negativos de su trabajo diario.